Estando de viaje, mientras asistía a un encendido debate sobre pasión y propósito, me vino una pregunta y la colgué en Facebook: ¿Qué pasa cuando tu pasión no coincide con tus habilidades, cuando lo que se te da muy bien no es lo que te gusta, o viceversa? ¿Te ha pasado? ¿Cómo se resuelve, si es que tiene solución? Y entonces entraron más de 25 opiniones en el hilo de conversación, lo que me dio una idea de que es una interrogante que tal vez se plantee mucha gente. Doménico comentaba que ésta es una cuestión esencial que “duele, duele mucho”, mientras que Rosa se ofrecía a hacer una lista de las cosas que le apasionan y en las que se siente “francamente mediocre”. Yo, desde luego, podría hacer la mía y sería bien extensa
Después de leerme el hilo pensé que estaría bien recuperar y organizar mejor las opiniones para convertirlas en un post. La verdad es que hacer un collage en modo inteligencia colectiva con las ideas que aportan muchas personas sobre un tema es algo que siempre me divierte hacer, así que adelante.
Por introducir la reflexión, creo que el desajuste estructural entre “pasión” y “habilidades” debe ser de las putadas más grandes que nos puede plantear la vida. Digo estructural para referirme a los casos en que la discordancia es profunda, permanente y difícil de resolver. Claro, la premisa puede ser errónea porque esa contradicción tal vez no sea nunca estática y haya siempre alguna posibilidad de reacomodar ambos términos de la ecuación, de modo que la pasión permita desarrollar habilidades donde parecía imposible, o las habilidades encuentren una pasión por donde canalizarse. Por otra parte, no sé qué duele más, si la pasión carente de las habilidades necesarias o las habilidades extraordinarias huérfanas de pasión, ¿qué piensas tú?
Ignacio duda de que haya alguna solución a este dilema, pero de la lectura del hilo de Facebook yo intuyo que hay tres estrategias posibles:
- Centrarse en la pasión, desarrollando y adaptando lo mejor que uno pueda las habilidades a ella.
- Centrarse en las habilidades, intentando destapar momentos de pasión en el proceso de búsqueda de la excelencia.
- Hacer una doble vida: dedicarse a lo que a uno se le da bien (habilidades) para financiar las pasiones como hobby.
De acuerdo a la 1ra estrategia, Antonio asegura que si tiene que elegir entre pasión y habilidades, se queda siempre con la primera porque las habilidades se trabajan si quieres alcanzar un objetivo. Silvia propone el mismo camino: utilizar la pasión para desarrollar las habilidades. Mari Jose cree que todo se aprende y más aquello que hace inmensamente feliz.
Hugo sugiere la 2da estrategia ya que él piensa que es posible desarrollar la capacidad de adaptarse a las habilidades, e insiste en el valor de explorar: tener la suficiente inquietud de buscar por varios frentes, o puntos de enfoque, porque seguro que por alguno de ellos aflora la pasión. Karina apela al lado más racional: a la larga lo que uno hace bien por lo general le termina gustando. Aquí seguramente hay grados porque si la sensación de rechazo/placer es muy intensa, la decisión se hace más fácil. El problema lo tenemos cuando las señales son ambiguas e irregulares.
Dice Asier, en su habitual modo-trans que hay esperanza de solución si somos capaces de encontrar lo que nos apasiona, darle calor, cuidarlo, darle tiempo… a ver qué forma coge. Javier se apunta también al mensaje de no estresarse: hay que transitarlo, e ir resolviendo las contradicciones. En algún momento se podrá sintetizar. Siempre hay algún punto, opina Silvia, donde habilidades y pasión han de encontrarse en cada persona; y yo quiero creer que es así pero también reconozco que a menudo hay factores del entorno que nos lo ponen muy difícil.
Pedro cree que lo realmente difícil es darse cuenta del desajuste y lo explica así: hay mucha gente que se pasa toda la vida intentando ser cantante/futbolista/directivo/lo que sea y para todo el mundo es obvio que jamás lo conseguirán, excepto para ellos mismos. De pronto pasa algo y se dan cuenta, entonces se dedican a otra cosa en la que quizá sí brillen. Rafael Ventura, por su parte, piensa que muchas personas al final terminan engañándose a sí mismas haciéndose creer que pueden llegar a ser buenas, o al revés, engañando a los demás para que crean que lo que hacen les apasiona aunque no sea así
Esther niega la mayor, planteándose otra pregunta que conecta con la tercera estrategia que cité antes: ¿por qué buscamos la excelencia en todo lo que hacemos? ¿por qué necesitamos ser buenos en algo que nos gusta? ¿por qué nuestra pasión no puede ser simplemente un hobby y con ello sentirnos realizados?. El subrayado es mío, porque es una cuestión importante. A mí me parece que si quieres dedicarte a tu pasión como profesión, que es de lo que estamos hablando, tienes que ser suficientemente bueno/a para que alguien quiera pagarte. Otra cosa es que lo hagas en paralelo como un hobby, en cuyo caso el dilema deja de existir porque a quién le importa si eres excelente o mediocre en lo que haces por mero disfrute. Ainhoa piensa, de todos modos, que “las simples aficiones saben a poco”, así que es posible que el dilema aflore de nuevo cuando apetezca tomarse el tema más en serio.
Miguel Ángel insiste en que se debe encontrar la forma de encajar las dos, porque de algo hay que vivir; así que como dicen Koke y Gonzalo, se puede trabajar duro y ganar independencia en lo que se nos da bien, en lo que somos más hábiles, para poder dedicar tiempo a lo que nos apasiona. Y si es por pedir, Miguel Ángel cree que siempre queda la opción de inventarnos una profesión nueva que concilie de un modo ingenioso nuestras habilidades y pasiones.
A Rafael Pastor le parece peor tener múltiples talentos y no haber encontrado todavía la pasión; una idea que enlaza con la pregunta de Ainhoa: ¿qué pasa cuando se te dan bastante bien muchas cosas y no tienes una vocación única en la vida?
Visto lo visto, también podríamos plantearnos la historia al revés. Bendita suerte tienen aquellos que han descubierto su pasión auténtica de forma temprana, y que pueden dedicarse a ella porque tienen habilidades que les permite ofrecer algo de calidad suficiente para que alguien quiera pagar (bien) por ello. ¿Suerte? ¿He dicho suerte? Bueno, intuyo que hay buena parte de eso, de que la vida te ponga en el camino pistas reveladoras para el autodescubrimiento, o que lleves en los genes unas señales que hagan de tu pasión algo evidente. Hay gente que nace con esa estrella, pero la suerte no lo es todo y tampoco es saludable, ni inteligente, confiar el destino a lo aleatorio.
Así que algo, en principio, se puede hacer. Y es ahí donde entra mi tema favorito: la educación, como espacio vital que debería facilitarnos las cosas en el camino a descubrir vocaciones. Para desarrollar esta idea, voy a echar mano de William Deresiewicz:
“Vocación en latín es ‘llamado’, o sea, esa cosa a la que eres llamado para hacer. No significa que tú lo eliges, sino que eso te elige a ti. Pero eso no ocurre solo, sino que tienes que hacer algo para que esa pasión te encuentre. Por ejemplo, debes probar muchas cosas distintas y tener la mente abierta para dejarte descubrir o “llamar”. ¿Cómo sabes que es tu vocación? La vocación es algo que haces espontáneamente, que vas a elegir hacer de todas maneras, incluso cuando no seas incentivado, ni pagado. No se hace por buscar el éxito. Es algo que cuando lo haces, te pasa el tiempo sin darte cuenta. Y dar con la vocación genera un circulo virtuoso porque aprendes más, rindes mejor, porque estás más interesado (…) Encontrar y/o buscar la vocación necesita valentía, coraje, y sobreponerse al miedo al fracaso que nos inculca el sistema. Además, el sistema y el ego te empuja hacia la tentación del estatus o del bienestar financiero, y ese es un caramelo que suele distraer o desviar del itinerario hacia la vocación. La exploración es intensa, y esa búsqueda no está libre de costes, no es un camino de rosas, sino que implica a veces cierto sufrimiento”.
Cuando Deresiewicz insinúa que encontrar y dedicarse a una vocación es un proceso que implica cierto sufrimiento, está pensando en mecanismos que a mí me suenan mucho. Por ejemplo, el famoso timo de la jaula de oro que explica así Po Bronson: El fracaso es duro, pero el éxito es todavía más peligroso. Si uno tiene éxito en la profesión equivocada, la combinación de elogios y dinero puede atraparlo para siempre. La verdad es que es muy difícil dejar una cosa buena. O sea, se te da muy bien un trabajo porque tienes las habilidades, y con eso ganas dinero y además, recibes muchos halagos que refuerzan tu decisión de seguir haciendo lo mismo. En un escenario así, ¿cómo atreverse a reconocer que no eres feliz, y más difícil aún, a dejar eso por algo de resultado incierto? Esto es quizás lo que quiere decir Cris cuando habla de tener que escoger entre el ego y el yo.
Por despedirnos con algo de guasa, Mario avisa que muchos de los que sufren este dilema terminan haciéndose críticos, si es que no les pasa lo que dice Alberto, que acaban en Gran Hermano VIP
Nota: La imagen del post pertenece al album de Pegatina1 en Flickr