Sé que expresar públicamente una opinión sobre el desafío soberanista de Cataluña es, ni más ni menos, que meterse en un berenjenal. Es imposible decir algo que no mosquee a alguien, pero están pasando tantas cosas últimamente alrededor de este delicado asunto que resulta difícil abstraerse y mirar hacia otro lado.
Como tengo por costumbre que este blog me sirva para ordenar lo que pienso, y así hacerlo mejor, ahí dejo algunas ideas que me sugieren las elecciones “plebiscitarias” catalanas del 27S. Antes, por situar mi opinión en el contexto adecuado porque sé que estos detalles son importantes, puntualizo: 1º) vivo en Málaga, no en Cataluña, 2º) no soy de origen español pero me encanta España, siento un gran afecto por este país, después de haber vivido aquí unos estupendos 21 años, 3º) creo conocer la realidad de Cataluña, tengo muchos amigos allí, y he trabajado en varios proyectos en Barcelona y en el interior de la comunidad que me han permitido apreciar sus particularidades, así que allá voy con mis tribulaciones:
- El derecho de autodeterminación de cualquier pueblo o región del mundo es irrenunciable. Cataluña tiene el mismo derecho que Escocia o que Quebec de decidir en qué marco quiere vivir. Esas expectativas son legítimas y se asientan en argumentos no sólo económicos, sino también (y sobre todo) culturales.
- Las elecciones autonómicas-plebiscitarias del 27S son ambiguas, oscuras y una tapadera perfecta para lavar a corruptos y oportunistas. Pero, también, el desenlace lógico de una política miope de negación sistemática por la Moncloa (y sobre todo por los gobiernos conservadores del PP) de habilitar canales más flexibles y de respeto mutuo que permitieran encajar mejor las expectativas del pueblo catalán dentro del estado español. Es lo que pasa cuando se hace política desde la arrogancia o se pretende “resolver” los problemas como el avestruz, escondiendo la cabeza a la espera de que desaparezcan por agotamiento. A nadie le gusta que le ignoren, así que la impotencia activa la creatividad, y eso nos ha llevado al 27S.
- Me parece un insulto al sentido común que se defienda la idea de que los derechos de Cataluña se tienen que decidir en una votación de todo el estado español, o sea, que 39 millones de no-catalanes determinen las preferencias de los 7 millones que viven allí. Es como si para separarme o divorciarme de mi pareja me exigieran por ley que ella también esté de acuerdo, o sea, un absurdo que no se sostiene. Nadie más que yo puede decidir con quién quiero convivir.
- Cataluña es una nación, una cultura, y está por ver si un estado. Confieso (no me escondo) que a mí me gustaría que siguiera siendo española, pero a todos los efectos lo que yo piense no vale un pimiento y tiene cero legitimidad. Puede existir la nación catalana dentro de España o fuera de ella, y nadie me va a convencer que lo segundo sea imposible o “inviable” por mucho que se repita en plan machacón desde Madrid en una versión reeditada de la política cínica del avestruz.
- La independencia es un cambio demasiado serio, estructural y de impacto a largo plazo (afectaría a varias generaciones), para que una decisión de ese enorme calibre se tome por una mayoría simple de más del 50%. Sé que este es un asunto delicado que puede dar para un largo debate, y hay mucha teoría al respecto, pero mi intuición me dice que una declaración de secesión debería necesitar el respaldo de una mayoría cualificada de residentes de Cataluña, o sea, de una super-mayoría. No sé dónde poner los mínimos porque para eso están los expertos, pero creo que siempre por encima del 60/40, o incluso de 2/3 de la población. Digo esto porque lo que hoy es 46-54%, mañana puede ser 54-46%, así que un resultado relativamente ajustado sería muy inestable. Sé que en Escocia no se planteó así, pero a mí me parece un error que en casos como éstos se invoque una mayoría simple con margenes tan estrechos.
- Si Cataluña se independizara, tendría que irse con lo bueno y también con lo malo. Esto es importante que se deje claro y se sopese en las fórmulas de pérdidas y ganancias. Las cargas habría que compartirlas sin trampas, y por supuesto la parte proporcional de la deuda acumulada y otras losas que se han generado por las dos partes. Esta negociación es algo serio, y tendría que abordarse con la participación de un mediador internacional independiente que asegure un reparto justo y equitativo de las responsabilidades. No habría lugar para el marido abusón que arrebata los derechos a su ex por querer dejarle, ni para la mujer oportunista que se va por peteneras desentendiéndose de todos los marrones que dejó su vida en común. O, si lo prefieres, ponemos el ejemplo al revés.
- La política del miedo es intolerable. Me da lo mismo que venga del nacionalismo español, del catalán, o de la madre que lo parió. Ahora se está escenificando una campaña inquietante desde los poderes fácticos (banca-política-instituciones-medios de difusión) para asustar al votante con amenazas absurdas. Que si el corralito, que si os quedáis fuera de Europa, que si se va la banca, que si huyen las empresas, que el Barca se queda sin Liga. No podía faltar el caduco Felipe González que se ha apuntado a la fiesta comparando el reclamo de autodeterminación de los catalanes con el envío por Stalin de ciudadanos rusos a los gulags. En fin, pataletas ofensivas e impropias de una clase política que es demócrata sólo de boquilla. Tengo claro que si Cataluña decidiera irse de España (insisto, por mucho que a mí me apetezca que siga dentro de un esquema federal de más autonomía), volvería a la Unión Europea, su dinero atraerá a los bancos (que van donde haya dinero), habrán muchas empresas interesadas en un mercado de 7 millones de consumidores, y tendrán al Barca o al Español en una buena liga, sea la española, la francesa o la que sea. El voto ha de ser informado y responsable, sopesando los pros y los contras, con el corazón y la razón, pero por favor, que nadie cambie su decisión por miedo, amenazas o chantajes, en ninguno de los dos sentidos.