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Vuelta a Cuba, 8 años después (post-480)

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Amalio_niñoEstuve bicheando esta semana un buen rato en el álbum de fotos que subí a Flickr después de mi último viaje a Cuba. Esto de rebuscar en álbumes de viajes sirve para hacerse unas risas pero tiene una parte nostálgica que perturba. Te das cuenta de lo implacable que es el tiempo.

Ese viaje a los recuerdos tenía un sentido y es que hoy, domingo 29 de noviembre, regreso a Cuba después de ¡¡8 años!! Estaré por allí quince días en plan-missing, para recuperarme de tres meses locos de trabajo. Nunca había pasado tanto tiempo sin volver a la isla, y eso es imperdonable. No entiendo bien cómo ha pasado, porque he tenido que hacer cuentas para ser consciente de que había transcurrido tanto tiempo. Ha estado visitándome mi familia y eso ha hecho que, sin darme cuenta, me fuera desapegando.

He escrito muy poco aquí sobre Cuba. Una entrada que recuerdo con cariño es Habana Blues. Mis razones para hablar poco de Cuba son mis razones, y quedan para mí. Solo puedo decir que me resulta complicado expresarme sobre algo tan intenso y complejo a la vez. Hay desgarro y prudencia. También aprensión. Reconozco que es un tema que me supera porque me gustaría tratarlo con justicia, pero nunca encuentro el tono que me deje satisfecho. Al ser cubano, con lo que eso significa, siempre me coloca en la diana de sujeto fácilmente estereotipable. La gente necesita clasificarte en alguna categoría, que básicamente son dos, y eso me incomoda bastante.

A pesar de la distancia, Cuba no ha dejado de ser nunca una fuente constante de inspiración para mi vida, y mi trabajo. Quien conozca bien a Cuba sabe que es un pueblo superdotado de imaginación. País de extremos, ha sido capaz de convertir en noticia de portada por varios meses a la vaca Ubre blanca, recordista mundial (110 litros/día) con la que se obsesionó el periódico Granma; pero también de desarrollar la primera vacuna contra el cáncer de pulmón que se conoce en el planeta.

Los cubanos tienen un talento innato para ver la botella medio llena y para crecerse ante las dificultades. El arte de dulcificarlo todo con el lenguaje es también otra de sus especialidades, para bien y para mal. La dignidad de mis paisanos es fiable, en buena medida gracias a ese activo que se llama educación.

Estaré todo el tiempo en la Habana, que es para mí la ciudad más fotogénica del mundo. Quería irme una semana a la parte oriental de la isla, porque viví un tiempo allí y me apetece un montón regresar a Santiago. Estudié toda mi secundaria y bachillerato en “escuelas en el campo” del municipio Niceto Pérez (Vilorio), en la provincia de Guantánamo, muy cerca de Caimanera, donde está la tristemente célebre base naval norteamericana. Me muero de ganas de regresar a las escuelas donde estudié, pero tendré que dejar ese plan para la próxima vez.

Los cubanos usamos el verbo “embullarse” como sinónimo de ilusionarse muchísimo con algo, aunque no sea exactamente lo mismo. Yo estoy así, “embullao” con este viaje. Os dejo con el tufillo electoral de Celtiberia, que va in crescendo. Ya os contaré cómo ha ido lo mío.


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