Anda la peña haciendo resúmenes del año y yo me apunto. No los hago siempre. Solo cuando termina un período en el que han pasado cosas que vale la pena contar y, como se verá, éstas no tienen que ser buenas necesariamente.
Juro que iba a poner de título “un año de mierda”, pero después he pensado que no es para tanto y que hay que ser prudentes en el uso de los adjetivos, sobre todo porque un calificativo de ese calibre es mejor reservarlo para cuando de verdad tenga años como esos, que vendrán así que al terminar esta pieza de autoterapia bloguera lo relativicé todo y decidí que “espeso” y “raro” son los términos más ilustrativos para describir 2016.
Lo útil de tener un blog donde uno documenta estados de ánimo y cosas que pasan es que siempre se puede volver a él para hacer trazabilidad así que tirando de blogoteca, he visto que mi cierre de 2014 fue con un post de espíritu similar: “Un año plano y anodino”. Es posible que este tono parecido sea una señal de estar pasando por un ciclo más bajo, menos optimista, que seguramente me sirva para revisar cosas que no estoy haciendo bien. Reconocer estos sentimientos y expresarlos hace bien porque es poco saludable esconder miserias bajo la alfombra o guardar la cabeza como el avestruz (aunque, tirando de offtopic, a mediocres como Rajoy les funcione).
2016 comenzó en enero con un triste acontecimiento: el fallecimiento de mi padre. Él vivía lejos, y no nos veíamos tanto como me hubiera gustado, pero fue algo que me afectó profundamente. No había tenido nunca una pérdida familiar tan cercana. Me hizo replantearme muchas cosas y cada vez que lo recuerdo, que veo una foto suya, me produce una tristeza que no había sentido antes. Eso muy probablemente definió este año y lo cargó de espesura.
A eso se añade que éste ha sido un período en el que no he cumplido casi ninguno de los objetivos que me propuse, y eso hace que me enfade bastante conmigo mismo. No me gusta fallarme, aunque sepa que uno tiene derecho a que eso ocurra y que no conviene dramatizarlo. Tengo la sensación de que he andado algo “desnortado”, sin un propósito claro, y eso sí que me preocupa.
Una meta que me puse para 2016 fue terminar un borrador completo de mi libro sobre “inteligencia colectiva”, y la verdad es que estuve muy centrado en la tarea durante el primer semestre consiguiendo avances importantes en el trabajo de campo, pero después perdí fuelle porque entré de nuevo en el bucle de los proyectos, en el día a día del consultor con prisas, lo que apenas me dejó tiempo (ni ganas) para ponerme a escribir los capítulos que me faltan. Es un proyecto que me gusta mucho, que me ilusiona, pero quizás soy demasiado perfeccionista para escribir libros y mi lugar natural es seguir publicando en formato breve como el de los blogs. Quiero pensar que en 2017 voy a ser capaz de recuperar el ritmo y terminar un texto que pinta bien pero que se me está amodorrando.
Durante el 1er semestre tuve relativamente poco trabajo, pero en el 2do ha sido una auténtica locura, un despropósito. Ese desbalance afectó mucho la regularidad y me impidió desarrollar rutinas. Al final cierro el año con una facturación altísima, que aumenta en casi un 50% la del año pasado, y esa es sin dudas una buena noticia, pero no es algo que me entusiasme demasiado. El dinero me quita preocupaciones pero no me pone las pilas. Si piensas que digo eso porque no me falta, tienes razón pero es lo que hay: no me motiva el dinero más allá de que sirve para comprar mi libertad. La cuestión ahora es decidir en qué cosas buenas debería usar esa libertad y, francamente, no lo tengo tan claro.
Otro indicador de “año raro” es que tampoco he leído muchos libros. Sin lugar a dudas, en 2016 he sido un lector bastante mediocre, y esa es mala señal. El otro día, por ejemplo, entré a una de esas librerías que me encantan, en la que solía perderme, y me vi saliendo sin comprar ninguno. A un ratón de biblioteca como yo le tiene que haber entrado una pajara seria para que descuide los libros, ¿es grave, doctor?
En este año vendí mi casa, que me gustaba mucho, porque necesitábamos ampliarnos y por otras razones que no vienen a cuento contar aquí. Siento que echo muchísimo en falta las vistas al mar que tenía desde mi despacho y mi habitación, y también el silencio que disfrutaba allí. Lo de siempre, te das cuenta del valor de las cosas cuando te faltan. Ahora estamos de alquiler, mientras buscamos la nueva vivienda, pero no está siendo fácil este cambio para mí.
En el apartado de proyectos profesionales, destacaría el de Design Thinking aplicado a la Salud que estamos desarrollando dentro del programa IntegraSarea con la Osakidetza o Dpto. de Salud del gobierno vasco y una ambiciosa iniciativa que arrancamos en el último trimestre de este año con el IAAP para impulsar la innovación pública en la administración andaluza. Disfruté mucho la posibilidad de hablar sobre diseño, inteligencia colectiva y democracia en el Medialab Prado, la visita de una semana que hice a THNK Ámsterdam y como todos los años, asistir a nueva edición de la Collective Intelligence Conference, esta vez en NYC. En el apartado internacional también recuerdo con agrado la colaboración que mantengo con el programa Beyond del TEC de Monterrey (México) y mi visita al departamento de Nariño (Colombia) para inaugurar el CISNA y colaborar con la ilusionante gobernación de Camilo Romero.
A propósito de este resumen, me dio por revisar las estadísticas del blog de este año, cosa que hago muy poco, y la verdad es que esperaba peores resultados. He escrito 39 posts en este blog durante 2016. Pasé de unos 66 posts anuales en los primeros años a 47 el pasado. No está mal aunque es evidente que la frecuencia va disminuyendo porque ahora “sólo” publico un promedio de 3 posts mensuales. También es cierto que escribo en paralelo en mi otro blog una docena de posts al año. A pesar de escribir menos me asombra que las visitas anuales a esta casa hayan crecido un 28%, con más de 116 mil sesiones, casi 100 mil usuarios y más de 150 mil páginas vistas, según cuenta mi Analytics. También crece el número de suscriptores que según FeedPress se acerca a los 2.000. Este año sorprenden algunos pepinazos que he dado con algunos posts puntuales que alcanzaron record históricos para este blog
La salud bien. Toco madera. Los chavales y la familia también. Toco madera again. Sin embargo, se avizoran claroscuros en el horizonte, señales que me inquietan y añaden estrés, pero está por ver si es una simple neblina o un intenso nubarrón. Quiero creer que en todas las casas se cuecen habas y que esas nubes se irán como vinieron. De todos modos pondremos atención para no perder perspectiva, como diría el amigo José Miguel Bolívar, y tomar decisiones si hay que tomarlas.
Este año pensaba regularizar el ejercicio físico, sistematizar la rutina, pero he fallado también. De hecho creo que es el año en el que menos deporte he hecho. Demasiados viajes y picos de estrés, así que después sólo quedan ganas de “sofing” en plan descanso del guerrero. Retomar mi puesta a punto con más ejercicio físico es de las prioridades que tengo para 2017, porque sé que es de las cosas que más me gusta hacer y que mejor me hacen, más viviendo en una ciudad como Málaga con el lujo de litoral marítimo que tenemos. Estoy pensando en comprarme una bicicleta a ver qué tal ando en modo ciclista.
Las noticias internacionales tampoco han sido buenas. Más bien nefastas. Se percibe un avance claro del pensamiento más reaccionario. Desde el Brexit, pasando por el referéndum de Colombia y el espaldarazo electoral al gobierno más corrupto y mediocre de la historia de España, hasta llegar a la burrada que significa la llegada de Trump. En este capítulo hemos ido de frustración en frustración, hasta llegar al clímax de la perversión que significa tener al impresentable de Donald Trump como presidente de Estados Unidos. Cuando parecía que era demasiado, llegaba algo peor.
Por resumir, mi valoración del año es negativa, a pesar de mejoras conseguidas en ámbitos puntuales que me ilusionan menos. No voy a lanzar promesas, ni deseos, ni compromisos para 2017, como se suele hacer en estas entradas. Me lo guardo como contrato íntimo, para cumplirlas, porque algunas son mías y sólo mías. Ya veré si soy capaz de dar pasos al respecto.
Siento decepcionarte en estos días de fiesta con un relato tan gris. Es lo que hay. No todo puede ser fuegos artificiales. Hay años buenos, mejores y peores. A ti te deseo lo mejor para 2017, que disfrutes a tope. Sé bueno/a, pero no tanto