Me pasa mucho que después de impartir un taller de los míos, los participantes me digan esto: “este curso debería haberse dado a los jefes, son los que más lo necesitan, pero aquí no hay ni uno”. Respondo con una sonrisa cómplice pero a veces despotrico, porque es cierto que muchos de los temas de innovación en los que trabajo no salen adelante sin la sensibilidad e implicación de los equipos directivos que toman las decisiones, y a estos no se les ve el pelo en la formación habitual que se programa para los empleados. Cuando eso ocurre, los participantes se preguntan si va a ser posible aplicar algo de lo que están aprendiendo porque depende en gran medida de si los jefes lo entienden o si van a entorpecer cualquier cambio de los que se recomiendan en los cursos.
La formación en las organizaciones (sobre todo en las empresas) sigue siendo muy jerarquizada y clasista. Los jefes van por un lado y los empleados por otro, con itinerarios segregados. Se comparte poco, e ignorar a estas alturas las ventajas del aprendizaje P2P que aflora de compartir experiencias entre personas que trabajan a distintos niveles es un error que se termina pagando. Apunto a continuación algunas reflexiones que me sugiere este asunto, reconociendo de antemano que puedo estar pecando de generalizar, pero al que le quepa el traje que se lo ponga:
- Muchos jefes desprecian la formación. No creen en ella, porque van sobrados. Les ha costado mucho llegar a puestos directivos así que suponen que ya saben lo suficiente. La formación es para los de abajo. Como solo les importa “lo urgente”, y la formación es “lo importante”, pasan del tema. A la hora de priorizar, la formación es lo último de la lista. Y si tienen que recortar presupuesto, siempre empiezan sacrificando la formación.
- Da la impresión que los jefes no quieren participar en cursos mezclados con los empleados porque eso les obliga a exponerse, a discutir malas prácticas ante formadores cuyo guion a veces no pueden pautar, que es algo que los hace sentirse incómodos. Su narrativa pringosa de directivos no cabe ahí, ni pueden rajar con libertad de (lo malos que son) los empleados. Prefieren formarse en cotos cerrados, donde se practica sin complejos el lenguaje endogámico-clasista-jerárquico tan común del mundo corporativo.
- Que alguien me explique por qué la llamada “Formación en liderazgo” es algo que solo sirve y se oferta para los jefes. Seguimos sin entender que la capacidad de liderazgo es algo transversal, y debe promoverse desde lógicas de liderazgo distribuido. Cualquier persona de la organización puede beneficiarse de las habilidades de liderazgo, entendido este como la capacidad de iniciativa y autonomía para resolver problemas.
- Muchos jefes sólo van a las actividades de formación o conferencias que dan gurús, celebrities del management, más por fardar que por aprender (“Yo estuve allí, y conocí a don fulano”). También movidos por el Networking que rodea a esos saraos. Ahí sí que van todos porque es “otra liga”, “su” liga, y no tienen que mezclarse con la plebe. También se apuntan a “cursos de alta dirección” en escuelas caras, muy caras, que consumen una buena parte del presupuesto de formación que podría dedicarse a formar mejor y a más gente de la empresa. He escuchado muchas quejas al respecto de responsables de formación y de trabajadores a los que se les niega participar en cursos por falta de presupuesto, que se han gastado los jefes en sus dispendios de lujo.
- Cuando por fin se consigue que los jefes vayan a un curso con los empleados, lo que uno suele ver es que “están pero no están”. Se levantan continuamente a responder el móvil, no prestan atención, o intentan dejar claro que son distintos a los demás. Con esa actitud es preferible que no vayan.
- La formación debería ser sagrada, tan sagrada como atender a un cliente importante. Claro, si la formación es buena y es significativa. Los jefes no deben obligar a un directivo intermedio a faltar a un curso de formación por un capricho imprevisto. La formación hay que respetarla. Es una inversión.
- En formación In-Company, es usual que los ponentes hagan una ronda inicial de presentación de los participantes, y yo me pregunto: ¿para qué, si ya se conocen? Esto hace que afloren las jerarquías, los cargos, y después no se haga “tabla rasa”, porque los ponentes tienden a dar un trato preferente y permisivo a los jefes.
- Habría que diseñar cursos en los que se obligue a participar a los jefes junto con los empleados. Poner como requisito en el plan de formación un mínimo de cursos al año a los que tengan que asistir y compartir con los trabajadores: ¿no habrán temas de formación que les valen por igual a los dos? Por supuesto que sí…