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¿Cómo prepararte para evitar la trampa de la desinformación? 

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POST Nº 711

En los medios hay tanto ruido ahogando la señal que distinguir lo veraz entre tanta desinformación se ha vuelto un trabajo duro. Filtrar bien resulta tan agotador que a menudo bajamos la guardia. Es así como nos cuelan bulos, historias conspiranoicas o cualquier idea engañosa que sepa aprovecharse de nuestros sesgos.

La guerra del relato y los incentivos para desinformar —por ejemplo, en conflictos como los de Ucrania y Gaza, o en temas tan manipulados como la inmigración— obligan a hacer una lectura prudente de todo lo que se publica. Es cierto que hay argucias factuales que no lo parecen, que son difíciles de detectar. Una noticia falsa excesivamente absurda tiene un recorrido muy corto, pero si el elemento de verosimilitud que explota es bueno, ya es otra cosa.

Mi nuevo proyecto personal va de eso, de aprender a identificar los indicios de desinformación. Me estoy organizando para escribir un libro sobre cómo pensar bien, cómo hacerlo con claridad. Sé que ya hay muchos de estos, pero voy a procurar contarlo de otra manera. Este es un tema que me apasiona y que es terriblemente importante. Siempre digo que saber filtrar bien entre ruido y señal es un reto de eficiencia. Implica un esfuerzo y si resulta demasiado pesado, vamos a renunciar a hacerlo. El coste del filtrado crítico depende del método y de cuánto de entrenados estemos en él. A más lo hagamos, el coste marginal de anular el siguiente bulo irá bajando, hasta que se convierta en una habilidad natural, que fluya sin darnos cuenta.  

Compartiré, en un seriado de cuatro posts, algunas recomendaciones sobre cómo mejorar el filtro crítico al consumir información, cómo verificar la fiabilidad de lo que se publica para que no te cuelen fakes. Lo primero es entender que todo empieza por cambiar la actitud y desarrollar ciertas habilidades. Dedico este primer post a esto, que está en los cimientos de todo lo demás. En la siguiente entrada, entraré en detalles sobre los 12 sesgos cognitivos que a mí me parecen más relevantes, para trabajar con ellos. El tercer post tratará sobre cómo mejorar nuestra cultura estadística, que es un arma fundamental para no tragarse sapos. Y, cerrando la serie, en el cuarto explicaré algunos hábitos o rituales prácticos, muy concretos, que a mí me funcionan para desactivar las noticias falsas.

Explico seguidamente cómo equiparnos de una «infraestructura mental» que ayude a interpretar y filtrar con criterio cualquier cosa que nos cuenten:

Siempre digo esto: lo primero es dedicar tiempo a observar cómo pensamos para detectar cuáles son nuestros patrones habituales. Saber en qué tendemos a «cojear» permite activar mecanismos de alerta y protección cuando somos más vulnerables. Esto de pensar-sobre-cómo-pensamos es algo que damos por hecho y que hacemos demasiado poco. Ni siquiera en la universidad, que es el sitio ideal para desarrollar esa habilidad, se trabaja esto con la importancia que merece.

Existen «boquetes sistémicos» por los que nos cuelan las mentiras con más frecuencia a la mayoría de las personas. Esos hay que conocerlos, y están bastante estudiados (lo veremos después), pero cada cual tiene su perfil particular de debilidades. Algunos, por el ímpetu de su militancia. Otros, porque su sueldo depende de ver las cosas de una determinada manera. Y la mayoría, por las prisas y las ganas de ser los primeros en contar algo. Por eso, es muy útil mirarse al espejo para entender en qué tipo de situaciones tendemos cada uno a ser más vulnerables a la desinformación. Puede ayudar hacer el ejercicio de recordar los bulos más gordos que nos hemos tragado, y entonces tratar de entender por qué nos ocurrió.  

Sé por experiencia que comprender cómo funciona mi mente no me exime de cometer errores. Algunos los sigo cometiendo, precisamente por esa parte irracional que traigo por diseño como personita humana. Pero identificar mis sesgos cognitivos y emocionales más frecuentes me ha ayudado mucho a trabajar en ellos y a mitigar sus efectos.

La integridad intelectual se fortalece con habilidades, pero se basa en una actitud o predisposición esencial, sin la cual todo lo demás carece de fundamento. Grábate esto a fuego: con los medios y las redes sociales, dudar es lo más fiable. Hay que aparcar esa parte ingenua o inocente que todos tenemos y ponerse en guardia, en «modo escéptico», al consultar las noticias.

El que confía a la primera, es carne de cañón. Solo los que dudan se toman el trabajo de verificar y contrastar. El que por defecto supone que «si está publicado, será verdad», se tragará sapos de todos los colores. Y desconfiar se justifica aún más cuando la noticia formula certezas absolutas o afirmaciones rotundas sobre asuntos que son delicados.

Hay que desarrollar la buena costumbre de buscar evidencias, contrastes, antes de dar por válida una conclusión que puede tener un impacto significativo en nosotros y en los demás. Por ejemplo, las que tienen efectos reputacionales graves en personas o instituciones. Tenemos que preguntarnos: ¿quién ha dicho esto? ¿quién es? ¿qué intereses puede tener al decirlo? ¿qué parte de la historia me está faltando? ¿cuál es la evidencia para poder afirmar una cosa tan seria? 

Desconfía especialmente de mensajes que apelan a emociones fuertes. Las noticias que provocan miedo, euforia, ira o indignación, suelen ser el material perfecto para manipular. Si un contenido publicado te hace sentir algo muy intenso, frena y pregúntate si es exagerado o puede estar manipulado. Mantén la calma y analiza racionalmente. Ponte rápido el filtro.

Es muy frecuente que en WhatsApp y las redes sociales compartamos noticias de una manera automática e irreflexiva. Tomamos atajos para llegar primero, sin verificar antes lo que tan alegremente se está difundiendo. A veces basta con que el contenido nos parezca novedoso o interesante para compartirlo, sin reflexionar primero si tiene sentido, si es una información mínimamente contrastada.

Pretender que se puede tener rápido una opinión fiable sobre cualquier tema o noticia de actualidad resulta temerario. La actitud debe ser otra: compartir enlaces a información dudosa, sin advertir los riesgos, ¡¡debería hacernos sentir mal!! No es la postura correcta porque así estarás alimentando una cadena de desinformación, ayudando a escalar la mentira.

La solución está en evitar el impulso de compartir algo inmediatamente después de verlo. Hay mucho de ego o vanidad en eso, en querer llegar rápido o primero, para conseguir likes o RTs. Deberíamos ser más responsables con esto. Hay que tomarse su tiempo para repensar la noticia antes de compartir. Si no estamos seguros, si nos genera dudas razonables, mejor no hacerlo. En definitiva, es un buen hábito dejarla reposar, conocer la fuente y entender el contexto, antes de pulsar el botón de compartir.  

Lo comenté antes pero voy a insistir, porque es algo que tengo muy claro. Una de las claves para desarrollar un sano pensamiento crítico es alfabetizarse en sesgos cognitivos. Primero, aprender a identificarlos y después saber qué hacer con ellos para corregirlos o mitigarlos. Sé que me repito pero es súper útil dedicar tiempo a dominar una buena colección de ellos (ampliamente documentados), que explican por qué no pensamos bien al tomar atajos inapropiados.

Contaba en un post anterior, en este blog, que a menudo las historias que empacan el relato son tan poderosas y encantadoras que debilitan el filtro crítico y nos llevan a dar por bueno un mensaje de fondo que es incorrecto. En esa entrada explico cómo las buenas historias hacen que compremos malas ideas, y describo varios sesgos en los que caemos. Hay otro post, que fue de los más leídos en la historia de esta casa, sobre los 8 sesgos cognitivos que explican por qué bajamos la guardia con la Covid. Si quieres saber más de esto, puedes pasarte por los dos enlaces, y leer las entradas que son amplias en detalles.

En todo caso, el menú de sesgos es abundante. Hay casi un centenar bien identificados. Pero, en mi ánimo práctico de simplificar, creo que basta con conocer y practicar con una docena de ellos para afinar de manera poderosa el filtro crítico. Comparto aquí el listado de mi Top12, que examinaré ampliamente en el post que sigue a este:  

  • Cherry picking o Sesgo de confirmación
  • Sesgo de disponibilidad
  • Sesgo de retrospectiva
  • Efecto halo
  • Sesgo de encuadre
  • Sesgo de creencia
  • Sesgo de supervivencia
  • Sesgo de anclaje
  • Efecto del falso consenso
  • Sesgo resultadista
  • Efecto del último evento
  • Sesgo de generalización precipitada

Si consigues manejarte bien con esa docena, si aprendes a filtrar con esas gafas, puedes ahorrarte un montón de patinazos. Yo ya tengo mis trucos, mis rituales sistematizados, para detectar una buena cantidad, y funciona. Por supuesto que exige entrenamiento pero, créeme, vale mucho la pena.

Las prácticas de desinformación suelen usar una variedad de trucos y trampas en el manejo de los datos para manipular la percepción. Estos datos tienen un razonamiento estadístico y probabilístico que hay que entender para no dejarse engañar. Por eso recomiendo a todo aquel que quiera sobrevivir a la guerra del relato, que adquiera cierta cultura estadística. No hablo de dominar complejos modelos matemáticos, que también se usan en esta disciplina, sino de comprender conceptos básicos.

Por simplificar, basta con que incorpores 7 conocimientos básicos de Estadística para estar mínimamente equipado/a frente a engañifas en la presentación de los datos en las noticias. Estos son mis «siete fantásticos»:

  • Entender la diferencia entre correlación y causalidad 
  • Dar la importancia que merece al tamaño de la muestra
  • Conocer el concepto de «sesgo de selección»
  • Verificar el «margen de error» y el «nivel de confianza»
  • Saber interpretar porcentajes y proporciones
  • Discernir entre los distintos tipos de «promedios» y cómo interpretarlos
  • Detectar posibles manipulaciones en los gráficos 

No entraré en más detalles porque me parece demasiado importante para contarlo de manera superficial. Dedico un post específico, el tercero de la serie, a explicar cada una de estas siete habilidades.

La filosofía ayuda a desarrollar el pensamiento crítico. Nos hace más reflexivos, menos consumidores de fast food mental, más rigurosos. Una vez que se adquiere cierta cultura filosófica, y se aprende a disfrutarla, es mucho más difícil que descuidemos detalles relevantes en cualquier análisis. Si se degusta un menú de pensadores/as suficientemente diverso, sube el umbral que exigimos a un argumento para darlo por válido. También permite cultivar la empatía hacia las opiniones de los demás, porque la filosofía crece en las conversaciones entre diferentes.

En mi opinión, la filosofía es, junto a la Estadística, el otro gran antídoto contra el dogmatismo, la superstición, el fanatismo y la simpleza. Lo es porque ayuda a decidir bien, a hacerse las preguntas correctas, y a encontrar significado en un conjunto disperso de información. La buena filosofía cuestiona las ideas preconcebidas y desmonta estereotipos, que son precisamente las debilidades que aprovecha la desinformación. Recuerda, consume filosofía y pensarás mejor.

Si el asunto que trata la noticia enfrenta dos perspectivas o intereses contrapuestos, es arriesgado darla por buena basándose en lo que dice solo una de las partes. Esto es fácil que ocurra cuando esa información confirma fuertemente tus creencias. Estarás más predispuesto/a a creer en ella sin verificar, y eso te vuelve más vulnerable. Es mucho más probable que actives el filtro crítico cuando la noticia contradice tus creencias que si las refuerza. Reconocer esto te va a ayudar a no bajar la guardia.

Una fuente común de malas decisiones son las creencias previas inapropiadas. Al aferrarte a una hipótesis demasiado firme, es probable que necesites grandes cantidades de evidencias que la contradigan para, si acaso, cambiar de opinión. Si quieres actualizar tus creencias sobre el mundo de manera adecuada, deberás ser capaz de interpretar correctamente las nuevas evidencias, y esa es una habilidad que se entrena. Por ejemplo, si la mayoría opina una cosa, entonces busca publicaciones que defiendan lo contrario, porque los argumentos mayoritarios ya vienen a uno sin esfuerzo. Esforzarte en conocer todas las perspectivas va a mejorar tu capacidad de filtrado, porque eso ayuda a detectar zonas ciegas. OJO, hoy queda bien decir que hacemos eso, porque la diversidad está de moda, pero son pocos los que lo practican de verdad, con todas sus consecuencias. Esto es: ser capaces de actualizar una postura a partir de la nueva información. Nos vemos en el siguiente post, con mi Top12 de sesgos cognitivos.

NOTA: Imagen de Geralt en Pixabay.com. i te ha gustado el post, puedes suscribirte para recibir en tu buzón las siguientes entradas de este blog. Para eso solo tienes que introducir tu dirección de correo electrónico en el recuadro de “suscríbete a este blog” que aparece a continuación. También puedes seguirme en Twitter o visitar mi otro blog: Blog de Inteligencia Colectiva

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