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Sobre la crisis de los tuits de Guillermo Zapata (post-460)

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huellas reputacionales

Escribo este post sin saber todavía la decisión tomada por Manuela Carmena en relación con los polémicos tuits publicados por Guillermo Zapata, el concejal de cultura y deporte elegido dentro del prometedor gobierno de Ahora Madrid, por el que siento una simpatía inmensa. He estado leyendo varios artículos que hacen referencia a este hecho y que me han llevado a escribir estas reflexiones que comparto aquí:

1.- Manuela Carmena tiene ante sí un gran marrón. Apartar a Zapata significaría subir varios centímetros el listón que fija los requisitos para estar dentro de su gobierno. Estaría diciendo que el pasado también importa, y no solo lo que se haga en adelante, que es lo que realmente nos afecta como ciudadanos. Eso puede pesar mucho, demasiado, porque… ¿Quién no tiene alguna miseria guardada en su armario? ¿Cuánto de perfecta tiene que ser una persona para ocupar un cargo político?

2.- Rastrear con lupa las migas de pan que van dejando los adversarios para poner en evidencia sus meteduras de pata, y convertirlas en arma arrojadiza para la crítica y el descrédito (algo que se ha hecho desde izquierdas y derechas), sólo trae malas consecuencias para la democracia, porque fomenta un comportamiento conservador, adverso al riesgo, y alimenta el juego de hipócritas en que se ha convertido la política española. Castiga a los más atrevidos, y a los que más hacen, porque son los que más se equivocan. También a los que se atreven a decir lo que piensan. Tanto brío perfeccionista-inquisidor nos volverá más mediocres.       

3.- La pregunta del millón: ¿Lo que hiciste (o dijiste) antes de ocupar una función pública debería afectar tu proyección pública como cargo electo? Definitivamente sí, porque afecta la credibilidad, que es el activo más importante en política. Por mucho que Zapata reconozca su error, y los que lo conocen personalmente se indignen con lo que está pasando, la sombra de la duda le perseguirá, y hará más costoso todo lo que intente hacer desde el gobierno de Madrid. Y lo que es peor, ese desgaste afectaría también la gestión e imagen del equipo de Manuela. Estos sobrecostes van a ser tenidos en cuenta seguramente en la decisión.

4.- Vale, es cierto que “los otros” han hecho cosas mucho peores, y no se han ido. Lo que tenemos de pasado-presente no podía ser más podrido. Pero seguir valorando nuestros actos con el mismo rasero de los políticos anteriores sería totalmente incoherente con la promesa de cambio genuino que ofrece el gobierno de Manuela, o de Ada Colau. A partir de ahora los referentes para juzgar tienen que ser distintos, y a la altura de las expectativas de renovación creadas.

5.- No debería condicionar nuestra capacidad de juicio ético el hecho de que esta campaña anti-Zapata responda obviamente a una estrategia deliberada de descrédito al flamante gobierno de Manuela Carmena. Eso es así. No soy ingenuo. Esto es una guerra. Pero no vamos a ganarla usando las mismas armas de los adversarios. Los hechos hay que juzgarlos por sí mismos, por lo que significan, sin dejarse influir por el argumento de que nos atacan. Si lo que dijo Zapata en Twitter lo hubiera escrito un mandamás de la derecha, nos hubiéramos inflamado pidiendo su dimisión.

6.- Si eres muy activa en las redes sociales y tienes aspiraciones de cargos públicos, debes saber que te van a escudriñar. Eso te obliga a ser más fina y prudente de lo que serías si no eres una figura pública. La política atribuye libertades, las del poder, pero también las cercena, porque la voz trasciende a la persona, y eso puede pesarle a algunos como una losa.

7.- Se da por hecho que en Twitter uno pone lo que piensa, y hay tuits de Zapata muy desafortunados, incluso contextualizándolos. Si el humor que ventilas en público es sádico, juegas con fuego, y corres el riesgo de que la gente lo sea contigo, como está ocurriendo ahora con las críticas hacia Zapata.  Nunca me ha gustado el humor negro y cruel que se hace a costa de herir los sentimientos de personas. Nadie tiene derecho a jugar con hechos terribles como las niñas de Alcacer, o con Marta del Castillo, o con el dolor de las víctimas del holocausto. Eso siempre trae consecuencias en forma de boomerang para quien lo usa. Hay temas que no pueden ser objeto de broma porque son objetivamente serios. Es una lección que deberíamos aprender todos.

8.- Creo en Guillermo Zapata cuando dice que no es antisemita, ni pro-etarra, ni defiende la violencia. He leído cosas suyas, y sé que dice la verdad. También le honra reconocer que es justo que se le pidan responsabilidades y que su preocupación ahora no es el cargo, sino pedir perdón. Creo que ha comprendido la gravedad de su error, y estoy seguro que está honestamente avergonzado y arrepentido. Por eso, sería injusto demonizar a la persona, porque cualquiera de nosotros puede equivocarse. Tú y yo. Eso no es óbice para que sus tuits condicionen su continuidad como cargo público, y que tengan un “coste político”, que es algo que debe ser juzgado desde otra perspectiva, como he venido comentando antes.

9.- Las “expectativas de privacidad” de las redes sociales son una quimera. No existen y punto. Solo cabe la auto-contención. Si quieres hacer un chiste fácil que no duela a terceros, escribe un DM o un correo privado. Es iluso, y hasta arrogante, pensar que puedes acotar la audiencia a la que te diriges en estos medios. Un poco de prudencia viene muy bien.

Nota-1: El título original de este post era: “Lecciones del #Zapatagate”, pero decidí cambiarlo porque me pareció inapropiado, por exagerado. Perdon por el cambio pero no me sentía cómodo con ese título.

Nota-2: La imagen del post pertenece al album de Juan Antonio Capó en Flickr


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